martes, 22 de enero de 2019

Transformación Digital: Claves para entenderla

Toda empresa o negocio actualmente debería tener como una prioridad adaptarse a la transformación digital, como se le conoce a la nueva fase de cambio disruptivo que las nuevas tecnologías digitales están causando en diferentes ámbitos y sectores económicos de la sociedad.
Este periodo – conocido también como “era digital” o “cuarta revolución industrial” – se caracteriza primordialmente por un ambiente de cambio continuo y profundo en los mercados, productos, procesos y modelos de negocio.
Algunas de las empresas más representativas de esta transformación son Google, Apple, Facebook, Amazon (conocidas como GAFA), Netflix, Uber, Spotify, Airbnb y Warby Parker.
Aunque la mayoría nos pueden resultar familiares al igual que las nuevas tecnologías y servicios que han promovido durante los últimos años, la realidad es que tendemos a subvalorar los posibles efectos y tendencias de la transformación que van a producir en el mediano plazo.
Según Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, la primera revolución industrial ocurrió entre 1760 y alrededor de 1840, impulsada por la construcción de ferrovías y la invención de la máquina de vapor, lo que disparó la producción mecanizada. 
La segunda revolución industrial empezó a finales del siglo XIX y principios del siglo XX y fue promovida por el advenimiento de la electricidad y la línea de ensamblaje. La tercera empezó en los 1960s y usualmente se le ha llamado la revolución digital o del computador, impulsada por el desarrollo de semiconductores y computadores centrales (1960s), computadores personales (1970s y 1980s) y el internet comercial (1990s) (Schwab, 2017).
Ahora estamos en el comienzo de la cuarta revolución que está cambiando fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Los cambios son históricos en términos de su tamaño, velocidad y alcance (Schwab, 2017).
Las tecnologías emergentes que impulsan la cuarta revolución industrial en que nos encontramos se construyen sobre las capacidades digitales de la tercer revolución.
Dentro de estas tecnologías se encuentran la inteligencia artificial, la robótica, la manufactura aditiva (impresoras 3D), las neurotecnologías, las biotecnologías, la realidad virtual y la aumentada, las tecnologías energéticas (energy technologies), el internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés), los datos masivos (big data), la tecnología de registros distribuidos (distributed ledger technology o DLT) y las cadenas de bloques (blockchain) (Schwab, 2018).
De acuerdo a la consultora Boston Consulting Group (BCG), el impacto de este tipo de tecnologías es mucho más disruptivo y exponencial que en las revoluciones anteriores debido a las tres leyes fundamentales que gobiernan la era digital:
Ley de Moore: Cada 18 meses los computadores doblarán su capacidad de procesar información.
Ley de Butter: La cantidad de información transmitida a través de una fibra óptica se dobla cada 9 meses.
Ley de Kryder: La cantidad de información almacenada por centímetro cuadrado de disco duro se doblará cada 13 meses.
Estas leyes se refieren a la forma en que la información es procesada, comunicada y almacenada e indican que la transformación tiene un comportamiento exponencial, es decir, mucho más pronunciado que un simple cambio lineal.
Como lo recuerda BCG, nuestras mentes están más adaptadas a estimar el cambio lineal que el cambio exponencial, por eso subestimamos el progreso tecnológico o incluso podemos ser completamente ciegos al impacto de la tecnología digital.
Según, Caudron y Van Peteghem (2015), los humanos sólo podemos lidiar con cierta cantidad de cambio dentro de una estructura general, lo cual nos da la impresión general de que todo permanece relativamente estable. Fue lo que le ocurrió, por ejemplo, a empresas como Kodak, Nokia y Blockbuster, que vieron el cambio que se aproximaba pero no lograron entender su impacto.
Son estas leyes las que han conducido a mejoras en el desempeño y a una reducción del costo para los consumidores lo cual, a su vez, está cambiando las reglas de juego en muchos sentidos. Primero, la forma como los negocios se organizan en una industria se está  transformando de manera sustancial. Tradicionalmente los negocios se organizaban de acuerdo a una arquitectura de cadena de valor verticalmente integrada (i.e. proveedores, productores y distribuidores).
Hoy, sin embargo, los menores costos de transacción y el hecho de que la escala ya no determina la ventajas competitiva, ha hecho que las compañías se “de-construyan” y se organicen de acuerdo a una arquitectura apilada, es decir, en capas con independencia e inter-operabilidad. Las capas de abajo tienden a moverse por economías de escala y las de arriba por la innovación.
Según BCG, la industria de las telecomunicaciones, bancaria y energías están siendo de-construidas y los nuevos jugadores generan disrupción atacando partes específicas de la pila. Dos empresas pueden competir en un segmento pero cooperar en otro.
BCG señala que las viejas fuentes de ventaja competitiva están desapareciendo y que en muchas industrias el lugar y el espacio se están volviendo menos importantes. En un ambiente digital puede ser muy fácil y barato escalar un negocio y las curvas de aprendizaje son cada vez menos pronunciadas debido a la información que hace disponible internet.
En el mundo digital, jugadores pequeños – como las start-ups innovadoras – tienen la oportunidad de desintermediar la cadena de valor. Ser el pionero o el primero en incursionar no garantiza el éxito. Kodak, por ejemplo, hizo el primer prototipo de cámara digital en 1975 pero no se dio cuenta de que compartir fotos online era la nueva tendencia de su principal negocio.
Las tecnologías digitales han empoderado y hecho más exigentes a los clientes quienes se organizan en redes y están constantemente conectando e influenciando entre sí.
Como lo afirma Rogers, especialista de la Universidad de Columbia, los clientes en la era digital no son simples consumidores pasivos sino nodos de redes dinámicas, modelando las marcas y reputaciones de las empresas.
Por eso Rogers, señala que nos estamos moviendo a un mundo mejor descrito no por los mercados de masas sino por “redes de clientes” en el que resulta trascendental aprender a involucrarse y comunicarse con la red de clientes, empoderándolos, colaborando y co-creando con ellos directamente, ya que la relación hoy es de doble sentido.
Por esta razón, Dreischmeier et. al. (2015) recomienda asegurar un lugar en el ecosistema más amplio, es decir, en la red de empresas, colaboradores, instituciones, y clientes que interactúan para crear valor mutuo.
Los dueños actuales de la relación con el cliente enfrentan una posible disrupción de los dueños de plataformas y mercados que permiten a los componentes de su ecosistema colaborar e interconectarse fácilmente.
A pesar de la tendencia a prestar mucha atención a los movimientos de los llamados unicornios (start-ups valoradas en más de $1 billón de dólares) y las firmas tecnológicas exitosa, en realidad la transformación digital es un proceso de innovación colaborativa en el que compañías grandes y pequeñas crean alianzas estratégicas (Dreischmeier et al., 2015).
Debido a la anterior es que ha aumentado el poder de los modelos de negocio basados en plataformas, al punto que Rogers enfatiza que las empresas deben crear plataformas, no solamente productos.
Por esa razón también los datos y la información se ha convertido en un activo estratégico para las empresas, las cuales deben desarrollar capacidades tecnológicas para analizarlos y, así, conocer mejor y crear valor para el cliente. Según BCG, los líderes que usan big data generan ingresos 12% más altos que las compañías que no lo hacen (Dreischmeier et al., 2015).
Lo digital está transformando también la forma en que las empresas innovan. En efecto, las nuevas tecnologías permiten el aprendizaje constante a través de la experimentación rápida utilizando prototipos sencillos y baratos, tal como la promovió, por ejemplo, Eric Ries en su famoso libro “The Lean Startup”.
Como lo señala Rogers, anteriormente la innovación estaba enfocada en el producto final. El costo de fracasar era alto y por tanto era importante evitarlo. Ahora es posible ganar retroalimentación del mercado desde el inicio del proceso de innovación, a través de todo el proceso de lanzamiento e, incluso, después.
Esta nueva aproximación se enfoca en experimentos cuidadosos y en prototipos mínimamente viables (mimum viable product o MVP, por su sigla en inglés) que maximizan el aprendizaje mientras minimizan el costo. Todos los supuestos se prueban repetidamente y las decisiones de diseño se hacen con base en la validación de los clientes reales.
Rogers también advierte que tradicionalmente, la proposición de valor de una empresa (el valor que ofrece a sus clientes) fue vista como prácticamente constante.
Sin embargo, en la era digital, las empresas ya no se pueden confiar en un ambiente de negocios altamente volátil, incierto, complejo y ambiguo – un mundo VICA, según Denning (2018) –, sino que deben evolucionar constantemente, mirando cada tecnología como una forma de extender y mejorar su proposición de valor a sus clientes.

Referencias
Caudron, J. and D. Van Peteghem, 2018, Digital Transformation: A Model to Master Digital Disruption, BookBaby, third edition.
Denning, S., 2018, The Age of Agile, AMACOM, special edition.
Dreischmeier, R., K. Close, and P. Trichet, 2015, The digital imperative, Boston Consulting Group. Disponible en: 
Ries, E., 2011, The Lean Startup, first edition, Crown Publishing: New York.
Rogers, D., 2016, The Digital Transformation Playbook, Columbia Business School Publishing.
Schwab, K., 2017, The Fourth Industrial Revolution, Crown Publishing, first edition.
Schwab, K., 2018, Shaping the Fourth Industrial Revolution, World Economic Forum.

Artículo publicado el 11 de septiembre de 2018 en La Silla Vacía.

viernes, 10 de agosto de 2018

¿Qué le pasa a la USCO?


Hace casi cuatro años escribí el artículo “¿Buitres rondando la Universidad Surcolombiana?” (ver aquí) en donde advertía sobre la posibilidad de que políticos inescrupulosos estuvieran intentando influir en la elección de rector para poder capturar la Universidad como un botín burocrático.

Recuerdo que en ese momento, sin haber mencionado nombres, varias personas que apoyaban la candidatura de Pedro Reyes – el candidato que resultó elegido – me empezaron atacar por las redes. Coincidencialmente muchas esas personas o sus amigos terminaron trabajando en la USCO.

Fuente: Wikipedia

Pongámoslo claro: apoyar a alguien y después ser contratado no es ningún delito o falta ética por sí sola. El problema es cuando el  criterio primordial de selección es el haber ayudado en una campaña, sin importar el mérito, las capacidades profesionales y la integridad ética; cuando lo único que importa es pagar favores y construir una “maquinaria” de puestos a cambio de apoyo político. Eso es clientelismo el cual es la base de la corrupción y lo que le niega a todos los ciudadanos el acceso en igualdad de condiciones a los cargos públicos (¡públicos!). La universidad pública de los huilenses no se puede manejar como una finca privada.

Por ejemplo, ¿por qué Pedro Reyes nombró como Jefe de Control Interno a Johan Steed Ortíz, excandidato al concejo de Neiva? Ortiz había renunciado al cargo de secretario general a raíz del escándalo de una grabación supuestamente con su voz en donde dice que logró recaudar de contratistas de la ESE Carmen Emilia Ospina “como 1500” millones de pesos a David Cangrejo los cuales “contaba billete por billete” (ver aquí). Si bien la grabación en términos penales no sirve como prueba debido a que fue editada y hecha sin autorización, Ortíz “no negó ni confirmó la autenticidad de la grabación” (ver aquí) y es ahora un “testigo estrella contra Cangrejo” (ver aquí).

De la misma forma, Pedro Reyes conformó un nuevo Grupo de Proyectos Especiales Institucionales en el que quiso centralizar todos los proyectos importantes de la Universidad. Allí nombró a su amigo Antonio Medina como director, el mismo que tuvo que renunciar por estar orientando proyectos de la Universidad hacia su propia empresa (ver aquí) pero, sobre todo, el mismo que lideró el proceso de selección de personera, el cual está siendo hoy investigado por la Fiscalía y la Procuraduría General de la Nación, junto con el caso de elección del contralor José Hildebrand Perdomo Fernández quien, a propósito, en ese momento era el Jefe de la Oficina Jurídica de la USCO cuando Oscar Urueña, su amigo personal y concejal en ese momento, lo animó a presentarse al cargo.

Aquel artículo sobre los buitres lo escribí después de una conversación con Oscar Urueña quien no me conocía porque yo había llegado recientemente de estudiar en el exterior y quien me invitó a un café y me contó que no había empezado su campaña a la Asamblea porque iba apoyar a Pedro Reyes. Me habló efusivamente de que la USCO representaba el cuarto presupuesto del Huila y del número de contratos que tendría. Cuando le pregunté qué proyectos tenía su candidato, el único que me logró mencionar fue el de la creación de una oficina de egresados. Después comprendí por qué se regocijaba tanto por eso.

Tiempo después hizo alianza con Julián Salas, muy allegado a los Géchem, para llegar al Consejo Superior de la USCO en el que también lograron posicionar otra “ficha”. Curiosamente las campañas que hacen en la Universidad parecen campañas proselitistas a cargos de elección regional debido a los grandes recursos que invierten, el despliegue de publicidad, el pago de transporte y la movilización que organizan.

A Salas, quien ahora vuelve aspirar, lo han criticado por presuntamente utilizar la base de datos de los egresados de la Universidad. También porque ayudó a que un amigo suyo quedara de decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, ganándole a un profesor que sí tiene doctorado (de aquellos que sí son doctorados: de cuatro años y en la Sorbona), con una producción significativa a nivel de investigación y habilidad gerencial demostrada en la misma USCO.

No juzgo a las personas que de buena fe y por necesidad se ven empujadas a tratar de asegurar un puesto o contrato, debido al preocupante nivel de desempleo en el Huila. Pero sé que muchas veces les resulta indignante y humillante estar detrás de un político de profesión (o aspirante) tratando de asegurar un puesto a cambio de hacerles reuniones, cargarles la maleta y a veces darles parte de su salario o, incluso, hacerles favores sexuales.

Hace poco este grupo logró influir en la terna de candidatos a la rectoría de la USCO (ver aquí), 
cuyos miembros no destacan precisamente por sus credenciales académicas o su visión estratégica para proyectar a la USCO al nivel de la Universidad del Valle, la del Cauca o la UIS, por citar algunos ejemplos. Ahora bien, yo me pregunto: ¿Por qué tienen que andar los candidatos a la rectoría reuniéndose y buscando apoyo de políticos de profesión?

De pronto muchos en el Huila vean todo este tipo de comportamientos como algo normal, pero el hecho de que sea corriente o usual no quiere decir que sea lo normal. La Universidad Surcolombiana es una universidad pública, cuyo objetivo no es servir de maquinaria burocrática y presupuestal para las ambiciones políticas de aprendices del arte de la manzanilla y la marrulla. Todo ciudadano debería poder aspirar a un cargo público en igualdad de condiciones de acuerdo a su competencia y sin necesidad de una palanca. Que nos hayan acostumbrado al clientelismo, es otra cosa

A la Universidad deberían llegar los mejores funcionarios, los mejores profesores, los mejores decanos y los mejores rectores. La Universidad debería destacar, por ejemplo, por su impacto transformador en la región, por su innovación, el número de patentes registradas y la capacidad de pensamiento crítico de sus egresados.

La pobre dirigencia del Huila, la misma que vive y depende del clientelismo, nos ha acostumbrado a acomodarnos, a ser pasivos, a ser conformes. Pero, ¿cuándo vamos a cambiar eso? Esa mentalidad es la que impide que el Huila progrese y que haya suficientes oportunidades de empleo.

Rompamos de una vez con ese círculo vicioso. No caigamos en esa trampa, así nos prometan que no va a doler, que nos agarrarán pasito y que, a pesar de estar atrapados, podremos comernos un pedazo del queso.

Estudiantes, administrativos y egresados: ¡asuman su responsabilidad! No sean indiferentes o importaculistas. El Huila necesita de una universidad independiente, orientada a la academia y al impacto social, que destaque a nivel nacional. No sean conformistas. ¡Despierten surcolombianos, despierten!

Adenda: Imagino que, como ya es costumbre, dentro de poco saldrán publicaciones en páginas piratas tratando de enlodar mi nombre. Seguiremos adelante.

viernes, 4 de mayo de 2018

El modelo fallido de Duque


La política de reducir los impuestos a las personas con mayores ingresos para generar crecimiento económico ha fracasado en todo el mundo. La evidencia empírica así lo demuestra. Es tan solo una narrativa sin fundamento riguroso que sigue siendo promovida por unos grupos de interés privilegiados a los que ha beneficiado.

En el caso de Colombia, un sector político que apoya ahora la candidatura de Iván Duque sigue proponiendo la misma política que, al igual que en el resto de países, ha generado un alto nivel de desigualdad, que para algunos investigadores del FMI es el reto definitivo de nuestra época. Según este sector político, los impuestos de las personas jurídicas y naturales más pudientes son muy altos en Colombia, y por eso Duque propone en su programa de gobierno una “reducción de impuestos para que la tasa impositiva del sector privado quede entre 27 o 28%, a niveles de la OCDE”.

En este artículo se explicará la narrativa detrás de este tipo de políticas, demostrando por qué representa un modelo fallido que aumenta considerablemente la desigualdad, mientras reduce el crecimiento y debilita el consenso social. Se presentará, asimismo, la evidencia de que las cargas tributarias son en realidad mucho más bajas.

La teoría del goteo
Desde finales de los años 70 y a partir de los gobiernos de Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Reino Unido, empezó a tener auge la política de bajar los impuestos a los más pudientes de la sociedad con el fin de reducir sus costos y así incentivarlos a invertir y producir más, generando más empleo y aumentando sus ganancias.

Efectivamente, la tasa promedio de impuesto a la renta para los más ricos en los países avanzados miembros de la OCDE cayó de 62% en 1981 a 35% en 2015 (Gaspar y García, 2017). Desde entonces la clase media de Estados Unidos ha declinado. Según Eric Beinhocker, director del Institute for New Economic Thinking de la Universidad de Oxford, después de crecer casi continuamente desde la Segunda Guerra Mundial, el ingreso medio de los estadounidenses se estancó a finales de los 80 y después a principios del nuevo siglo se redujo en 11%. Hoy sus ingresos en términos reales no son mayores a lo que fueron en 1987 (Beinhocker, 2017)

No obstante, la teoría pronostica que en el largo plazo las ganancias irán llenando la “copa” de los grandes empresarios y al derramarse “caerán” (habrá un efecto goteo) sobre todo el resto, beneficiando a toda la economía.  A esta concepción se le conoce como “economía o teoría del goteo” o “efecto derrame” (trickle-down economics).



La teoría del goteo supone que la reducción en los ingresos tributarios será compensada en el largo plazo por los futuros pagos de impuestos sobre las nuevas inversiones e ingresos de la población. En otras palabras, la teoría plantea que cuando se le da una tajada de torta más grande a los que más tienen, las tajadas de los otros pueden llegar a ser más pequeñas en el corto plazo, pero disfrutarán de tajadas más grandes en términos absolutos en el largo plazo, porque la torta será más grande (Chang, 2010).

Mayor desigualdad y menor crecimiento
Joseph Stiglitz, premio nobel de economía, afirma que es equivocada la idea de que bajando los impuestos a los grandes dueños del capital crece el pastel de tal forma que la tajada para cada uno será mayor, aunque represente una menor proporción (Stiglitz, 2012). Ni la torta ha aumentado, ni las porciones de la mayoría de la población han crecido. Paul Krugman, también premio nobel de economía, sostiene que la doctrina del goteo ha sido probada una y otra vez, y siempre ha fracasado (Krugman, 2017). Krugman señala que sistemáticamente la evidencia internacional sobre desigualdad, redistribución y crecimiento muestra que, por el contrario, mayores niveles de desigualdad están asociados con menor crecimiento, no mayor.


En efecto, según Ha-Joon Chang, economista de la Universidad de Cambridge, desde que comenzó a imponerse la teoría del goteo en los 80 ha habido una redistribución de ingresos hacia los más ricos, mientras que el crecimiento se ha reducido. Las políticas pro-ricos han fracasado en acelerar el crecimiento en las últimas tres décadas. La economía global solía crecer en términos per cápita en más del 3% durante los 60 y los 70, mientras que desde los 80 ha estado creciendo a la tasa de 1,4% por año (1980-2009). Lo anterior se debe a que, contrario a lo que esperaban sus promotores, la inversión como porcentaje del ingreso nacional ha caído en la mayor parte de países (Chang, 2010).

Grigori (2017) recolpila estudios del FMI que muestran que a un nivel de desigualdad alto – mayor a un Gini de 27% –  la desigualdad empieza a perjudicar el desarrollo económico. Si el ingreso se encuentra altamente concentrado, un incremento de la desigualdad puede conducir a una menor demanda por parte de la población en general y a menor inversión en educación y salud, afectando el crecimiento en el largo plazo. También puede conllevar comportamientos de captura de rentas, es decir, que los más ricos se apropien cada vez más de una mayor tajada del pastel para ellos mismos.

En ese mismo sentido, Ostry et. al. (2016) señala que un elevado nivel desigualdad reduce el crecimiento al impedirle a los hogares de bajos ingresos permanecer saludables y acumular capital físico y humano, y por tanto la productividad laboral puede ser más baja, al igual que el nivel de movilidad intergeneracional.

Algunos investigadores del FMI han mostrado que si se incrementa la participación del 20% más alto de la distribución de ingresos (los ricos), entonces el crecimiento del PIB realmente se reduce en el mediano plazo, sugiriendo que los beneficios no se derraman; en cambio un incremento en la participación de ingresos del 20% más bajo (los pobres) está asociado con un mayor crecimiento del PIB (Dabla-Norris et. al., 2015). Para ellos, el aumento en la concentración del ingreso en lo alto de la distribución en muchas economías avanzadas ha coincidido con una disminución en las tasas marginales de tributación (de 59% en 1980 a 30% en 2009).

Otros efectos negativos de la desigualdad
Pero la desigualdad no ha afectado solamente el crecimiento. Los investigadores del FMI presentan algunos estudios que han demostrado que un periodo prolongado de alta desigualdad en las economías avanzadas estuvo asociado con la crisis financiera global al aumentar el sobreendeudamiento y relajar los estándares de emisión de hipotecas, y permitir a los cabilderos presionar por una mayor desregulación financiera (Dabla-Norris et. al., 2015). En la misma línea, Chang (2010) señala que la desregulación en otras áreas también ha permitido a las grandes empresas obtener mayores ganancias, sobre todo porque son más capaces de explotar sus poderes de monopolio, contaminar más libremente el medio ambiente y despedir más fácilmente a los trabajadores.

Dabla-Norris et al (2015) también coincide en que la desigualdad puede conducir a una indebida concentración de poder político en las manos de unos pocos y a un uso subóptimo de los recursos humanos, producir inestabilidad económica y política que reduce la inversión, y elevar el riesgo de una crisis. Niveles altos y sostenidos de desigualdad, especialmente de desigualdad de oportunidades,  pueden implicar grandes costos sociales. La desigualdad arraigada de resultados también puede socavar las elecciones ocupacionales y educativas de los individuos y el consenso social requerido para realizar ajustes ante choques económicos (Dabla-Norris et. al., 2015; Ostry et al., 2014).

Todo esto impacta negativamente la clase media que es en realidad el motor de desarrollo de un país. Por eso Madland (2015) enfatiza en que el declive de la clase media ha deteriorado la economía al restringir el capital humano, disminuir la demanda de los consumidores, exacerbar los problemas de gobierno y deteriorar la confianza. Del mismo modo, Stiglitz (2012) arguye que la desigualdad de resultados no genera los incentivos adecuados si se debe a rentas, lo cual conduce a corrupción, nepotismo y a que los ciudadadanos puedan perder la confianza en la instituciones, erosionando la cohesión social y la confianza en el futuro.

Por qué en Colombia los impustos no están altos
En el caso de Colombia,  la Comisión de Expertos para la Equidad y la Competitividad Tributaria constató que efectivamente el sistema tributario no es progresivo “en la medida en que aquellos que tienen mayor capacidad de pagar impuestos no aportan relativamente más al fisco que aquellos con menores posibilidades. En parte, ello obedece a que históricamente  los impuestos que podrían dotar al régimen tributario de mayor progresividad, como es el caso del impuesto de renta y a la propiedad de las personas, han recaudado poco en Colombia” (Bonilla et. al., 2015). También Alvaredo y Londoño (2013) confirman que las tasas con que se gravan los ingresos y las ganancias de capital son significativamente bajas en Colombia, lo cual limita la capacidad de recaudo y reduce su impacto redistributivo.

En el caso de las empresas, estas tienen varios impuestos y algunos de ellos con tasas nominales o estatutarias elevadas. No obstante, las tasas efectivas (lo que realmente pagan) son mucho más bajas debido a múltiples beneficios tributarios, la evasión y la elusión. En efecto, la Comisión también encontró que la carga tributaria es “elevada para las empresas que no tienen privilegios específicos como aquellos de los cuales gozan las empresas beneficiarias de zonas francas, exenciones o rentas líquidas especiales importantes, o contratos de estabilidad jurídica” (Bonilla et. al., 2015). De acuerdo a Alvaredo y Londoño (2013), un gran número de alivios tributarios ha erosionado la base tributaria y beneficiado a los de mayores ingresos desproporcionadamente a través de i) los ingresos no constitutivos de renta, ii) costos y deducciones y iii) la renta exenta.

En ese mismo sentido, investigadores del Banco de la República en un estudio reciente calcularon que las tasas efectivas son relativamente bajas, en comparación a aquellas reportadas para los países de la OECD. Para el periodo comprendido entre 1994 y  2015 las tasas efectivas netas para el consumo, el trabajo y el capital son 10,7%, 18,6% y 15,4% respectivamente, mientras que para el 2016 las mismas tasas se ubican en 11,2%,20,8% y 21,4%. La tasa efectiva del resto de tributos es del 2,8% (Rincón y Delgado, 2018).

Villabona y Quimbay (2017), por su parte, analizan los agregados de declaraciones de renta durante el periodo 2000-2015 y encuentran que el impuesto neto de renta real pagado por las personas jurídicas no es tan alto como se cree y las tasas efectivas presentan diferencias significativas para los diferentes sectores de la economía dada la diferencia en beneficios tributarios (Esta inequidad horizontal también fue señalada por la Comisión de Expertos).

La tasa efectiva de tributación promedio que obtuvieron fue de apenas 17,3% durante este periodo. Los autores señalan que sectores que no son tan relevantes para la generación de empleo, como el financiero y el minero, fueron los que presentaron los mayores montos de beneficios tributarios. En general, las tasas efectivas de tributación obtenidas muestran que el impuesto neto de renta real pagado por las empresas no es tan alto como ha sido afirmado por representantes de algunos grupos económicos.

Con respecto a los descuentos tributarios, el sector minería tuvo $1,7 billones y el sector energía tuvo $1,2 billones. En cuanto a los ingresos no constitutivos de renta, los más favorecidos son el sector financiero con $79.2 billones y el sector minería con $15,4 billones. Con relación a las rentas exentas, los más favorecidos fueron el sector financiero con $20,6 billones y el sector bancario con $10,9  billones. Los autores también encuentran que con respecto a la deducción del IVA por inversión en activos fijos, los más favorecidos fueron el sector minería con $18 billones y el sector comercio con $11,2 billones; asimismo, resaltan que el sector agricultura fue el que tuvo los beneficios tributarios más bajos. Al sumar todos los beneficios tributarios se obtiene un valor nominal de $349,6 billones para el periodo de estudio que, al ser visto como un impuesto de renta que efectivamente dejó de percibir la Nación, representaría $122,8 billones (Villabona y Quimbay, 2017)

Conclusión
Como dice Erick Beinhocker, la teoría del goteo proporciona una historia de portada para una economía rentista. Viste el comportamiento antimercado con la retórica del libre mercado. (Beinhocker, 2015). Afecta el funcionamiento de los mercados y del capitalismo al favorecer comportamientos rentistas y al limitar la libre competencia favoreciendo a grandes empresas particulares. En donde se ha aplicado, contrario a lo que predecía la teoría, el ahorro y la inversión han caido, el crecimiento se ha desacelerado, y los déficit fiscales y la desigualdad se han disparado. Es una narrativa del fundamentalismo de mercado que está debilitando la clase media en Colombia y otros países.

Los estudios del FMI, entidad que ha madurado y replanteado su enfoque ante la claridad de la evidencia, sugiere una tributación más progresiva en la que se deben reducir las exenciones y los beneficios tributarios indiscriminados (tales como la menor tributación sobre las ganancias de capital), reforzar los impuestos a la riqueza y la propiedad, remover las oportunidades de evadir y eludir impuestos, y direccionar mejor los beneficios sociales. Lo anterior mejorará la equidad y permitirá una reducción de los impuestos sobre el ingreso laboral que mejora el crecimiento (Dabla-Norris et al., 2015).

La Comisión de Expertos también indicó que “la exencion de los dividendos del impuesto de renta es uno de los factores que incide en la baja participación de los impuestos a personas naturales vis-a-vis las personas jurídicas y se constituye en una de las razones para la poca progresividad del impuesto de renta en Colombia” (Bonilla et. al., 2015).

Krugman argumenta que los incentivos no son lo único que importa para el crecimiento económico, sino que también las oportunidades y la desigualdad extrema impide que muchas personas tengan la oportunidad de alcanzar su potencial, lo cual no es solamente injusto sino también costoso. Para Krugman, la desigualdad extrema significa un desperdicio de recursos humanos y, en ese sentido, programas gubernamentales que reduzcan la desigualdad pueden hacer a todo un país mas rico al reducir ese desperdicio (Krugman, 2014). Todo lo anterior, adquiere un imperativo mayor en el contexto colombiano de injusticias y desigualdades históricas alimentadas y profundizadas en medio de la violencia.

Como dice Madland (2015), la economía es un sistema interrelacionado de personas, leyes, y cultura que ha sido desestabilizado por niveles extremos de desigualdad y una clase media debilitada. Para que la economía trabaje apropiadamente, es necesario reconstruir la clase media y hacer que cada uno tenga la oportunidad de expandir sus capacidades. Una clase media fuerte es fundamental para mantener un nivel adecuado de demanda. Aunque algunas políticas pueden tener efectos contradictorios sobre el crecimiento y la distribución, la evidencia empírica muestra que es posible lograr crecimiento sostenible e incluyente con la mezcla apropiada de políticas, es decir, que equidad y eficiencia pueden ir de la mano (Gaspar y García, 2017).

En fin, la propuesta de Iván Duque de seguir reduciendo los impuestos a las personas con mayores ingresos (el famoso 1% de la población) para impulsar supuestamente el desarrollo económico, implica seguir profundizando un modelo que ha fracasado en Colombia y en el mundo.

Referencias
Alvaredo, F. y J. Londoño, 2013, High income and personal taxation in a developing economy: Colombia 1993-2010, working paper N. 12, Tulane University.

Beinhocker, E., 2015, Trickle down economics is not true capitalism. Disponible en: http://evonomics.com/trickle-down-economics-is-not-true-capitalism-beinhocker/

Chang, H. , 2010, 23 Things They Don't Tell You About Capitalism, Penguin Books Ltd.

Bonilla, R., R. Córdoba, A. Lewin, O. Morales, S. Montoya, G. Perry, J. Piza, M. Urrutia, y L. Villar, 2015, Comisión de Expertos para la Equidad y la Competitividad Tributaria, Informe Final Presentado al Ministerio de Hacienda y Crédito Público.

Dabla-Norris, E., K. Kochhar, N. Suphaphiphat, F. Ricka y E. Tsounta, 2015, Causes and consequences of income inequality: A global perspective, IMF Staff Discussion Paper, June.

Gaspar, V. y M. García, 2017, Inequality: Fiscal policy can make the difference. Disponible en https://blogs.imf.org/2017/10/11/inequality-fiscal-policy-can-make-the-difference/

Grigoli, F., 2017, A new twist in the link between inequality and economic development. Disponible en: https://blogs.imf.org/2017/05/11/a-new-twist-in-the-link-between-inequality-and-economic-development/

Madland, D., 2015, Hollowed Out: Why the Economy Doesn’t Work without a Strong Middle Class.

Krugman, P., 2014, Inequality is a drag, The New York Times. Disponible en: https://www.nytimes.com/2014/08/08/opinion/paul-krugman-inequality-is-a-drag.html

                         , 2017, Zombies of voodoo economics, The New York Times. Disponible en: https://www.nytimes.com/2017/04/24/opinion/zombies-of-voodoo-economics.html

Rincón, H. y M. Delgado, 2018, ¿Cuánto tributan efectivamente el consumo, el trabajo y el capital en Colombia?, Borradores de Economía, Banco de la República.

Stiglitz, J., 2012, The Price of Inequality: How Today´s Divided Society Endangers Our Future. Ney York: W. W. Norton.